lunes, 8 de diciembre de 2008

PUTASUNA- PUCELA (3-3)

El Real Valladolid se puso a prueba en el peor escenario posible. Contra Osasuna, en el estadio inexpugnable del Reyno de Navarra y con 3-0 en contra con 33 minutos por jugarse. Lastrado, además, por una primera hora de juego infame, sin opciones siquiera de buscar el empate ante un rival visiblemente superior. Y con un equipo arreglado sobre la marcha, porque el planteamiento inicial, con Medunjanin junto a Vivar Dorado y el tándem Víctor-Canobbio arriba, se desmoronó en cuanto Osasuna sacó el carácter.

Con semejante panorama, todo apuntaba a catástrofe. Habían pasado 57 minutos de impotencia, de no saber cómo jugarle al rival, de fracaso rotundo, más que por el marcador, por el juego. Ni rastro del partido ante el Mallorca o de Villarreal. Como si hubiera sido un sueño.

No había por dónde cogerlo. ¿Quién podía acudir al rescate, si Mendilibar ya lo había intentado todo? Pues los menos pensados. Goitom y Ogbeche. Los delanteros. Los 'nueves'. Los que comenzaron la temporada con el rendimiento más bajo. Hubo que contrarrestar primero el ánimo del rival. Osasuna fue fiel a su historia. Lo ejemplificó Puñal, la encarnación del 'toque Osasuna'. Un veterano ilustre que se comió durante más de una hora a todo el centro del campo blanquivioleta. Si arrancaba un contragolpe, llegaba la faltita de Puñal. Esa falta táctica discreta pero efectiva, que corta el ritmo al rival. El punto que necesitaba Osasuna para dominar el encuentro.

El equipo navarro, además, se encontró con unas facilidades defensivas imprevistas. Y no cualquiera, además. Fue Dady, el artífice de la remontada de la temporada pasada, quien rompió al Valladolid. Dos goles, que se unieron a un gravísimo error defensivo en una falta botada por Puñal y remachada por Nekounam sin oposición, dejaron al Valladolid al borde del KO.

Lo que pasó a continuación sólo se entiende por aquello de los estados de ánimo y su peculiar relación con el fútbol. Osasuna tiene tal temor encima que hasta un 3-0 mal llevado le puede llevar a la debacle. El Valladolid, en cambio, venía en buena racha y dispuesto a hacer daño, y se había encontrado con un partido enrevesado y contracorriente. Así, con el 3-0, llegó la jugada con la que nadie contaba. Una internada de Víctor, un centro que parecía fácil para el portero y la puntera de Goitom que aparece, ¡zas!, como un fantasma y desvía el balón adentro. Roberto se quedó mirando como Mortadelo cuando le daban el cambiazo. ¿Dónde estaba el balón ? Ahora está, ahora no. Gol. 3-1. Una jugarreta que animó un poco al Valladolid. Y sobre todo que hizo dudar a Osasuna. A los cinco minutos, pasado el efecto del gol, llegó otro golpe. A balón parado. El arma escondida del Real Valladolid. La que es capaz de romper partidos como el de ayer, feos y en contra. La puso Pedro León, la peleó Goitom y se la metió en propia puerta Miguel Flaño.

Ese detalle explica por sí solo el tramo final. El momento en el que a uno se le vienen encima los miedos y al otro se le sube la moral. Todo Osasuna era Miguel Flaño. El jugador que se comía la cabeza, el que repensaba la jugada. El que se sentía culpable y se temía lo peor. Y enfrente, el equipo que veía posible lo que cinco minutos antes era imposible. La fe recuperada, el coraje de querer culminar la tarde. El Real Valladolid pegó el último arreón, pero sólo, otra vez, a balón parado. No había otra forma ayer, con Osasuna rompiendo el ritmo y el centro del campo ahogado. A cinco minutos del final, Pedro León tiene otro balón parado a su servicio. Ogbeche está en el campo. Los pocos aficionados blanquivioletas presentes le animan a su manera «¡Escabeche, oé!». Y Ogbeche salta con potencia. No espera al balón, lo ataca. Como hace en los entrenamientos, con rabia, y no como ha hecho hasta ahora en los partidos, con miedo a fallar. Y cabecea el empate. El 3-3. Los 'nueves' han cumplido su misión. Rescate completo.

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